miércoles, 14 de diciembre de 2011

Ayer y hoy de la industria naval
El mayor colapso de los astilleros argentinos no fue producto de la agudización de la competencia internacional en los mercados de los bienes de compra y venta de buques, sino que encontró su origen en medidas de políticas adoptadas por el estado nacional durante los años 90. Decisiones estas que estaban supuestamente orientadas a defender la competitividad de otras ramas de la economía ubicadas aguas abajo de los astilleros. Compartir con otros servicios Por supuesto que el resultado fue que las políticas en cuestión no solo no fueron capaces de resolver los problemas para las que supuestamente fueron diseñadas, sino que añadieron la fuerte contracción del sector productor de barcos como un problema adicional del sector marítimo, fluvial y de pesca. Esta estrategia inevitablemente debía ocasionar y ocasionó pérdidas en término del mercado industrial naval, empresas y puestos de trabajo. Por ejemplo, en abril de 1991 la protección nominal del sector estaba en el orden del 25%. Y dos años después ya se encontraba en menos del 3%, mientras que en ese mismo período el sudoeste asiático y Europa del este avanzaban en la oferta mundial. Los datos del censo económico de 1994 muestran una dramática disminución del sector productor de barcos. Pérdida de 25 establecimientos y caída de su ocupación con referencia a 1985 del 78% en términos globales y del 84% de su mano de obra especializada –que pasan una media histórica de alrededor de 32 ocupados a menos de seis-. Esto significó la caída de todos los astilleros grandes y la supervivencia sesgada de algunos establecimientos y talleres navales dedicados fundamentalmente a la reparación. La excepción fueron el Astillero Río Santiago (mantenido gracias a una decisión política del gobierno de la provincia. de Buenos Aires, y que hoy esta presentando un plan de una industria naval para el próximo quinquenio) y a partir del año 1997 la creación de un moderno astillero en Puerto Deseado, Santa Cruz, también producto de una decisión gubernamental, en este caso del entonces gobernador de la provincia doctor Néstor Kirchner. En este período la desregularización del sector fue de tal magnitud que alcanzó no solamente al bien de capital sino a la participación de la bandera nacional en los buques de transporte, que desde el año 1991 al 2000 terminó con una caída que hizo que la bandera argentina estuviera sólo presente en el 8% de las embarcaciones. También la misma alcanzó a los regímenes laborales, que debían regirse de acuerdo al nuevo registro de la matrícula del barco. El mismo efecto se produjo en la pesca. El sistema de arrendamiento de buques extranjeros usados, que adquirían idénticos derechos a los nacionales, derivó en la contratación de unidades que procuraban maximizar la captura contra el pago de un canon. Las empresas pesqueras se convirtieron en rentistas y la pesca en un negocio de intermediación. Por supuesto generando una mayor presión extractiva de los caladeros lo que derivó en la sobrepesca de algunas especies entre ellas la merluza y el calamar. Ambos, centrales en la economía pesquera de la Argentina. A partir de 2002, el cambio de política anunciado por el Poder Ejecutivo Nacional y la consideración de la construcción naval como industria estratégica ha dado lugar a la paulatina recuperación de la actividad con 18 astilleros trabajando en forma aún parcial pero creciente. Sin embargo, la consolidación de esta reactivación vendrá necesariamente con la sanción de la Ley de “Actividad Naviera e Industria Naval”, que deberá terminar con el privilegio de la importación de barcos usados, y la firme participación bancaria nacional y provincial en el Crédito Naval (para procurar la prefinanciación de las construcciones) y la modernización tecnológica de la infraestructura productiva de los astilleros y talleres navales así como fortalecer su capital de trabajo. Asimismo se deberá, por supuesto, seguir trabajando en los planes de capacitación que estamos desarrollando firmemente el gobierno nacional, los sindicatos del sector y los empresarios navales. La conclusión es que tenemos una formidable oportunidad. El mercado típico (barcazas – pesca – reparaciones) nacional necesita reequiparse, el mercado nuevo (petróleo) y defensa nacional entre otros, están en plena reestructuración y crecimiento. La oferta internacional de construcciones y reparaciones es escasa y cara; es decir, la Argentina en este sector tiene la posibilidad objetiva de crecer y estamos en condiciones de aprovecharla. Escribe el doctor Horacio Martínez 6/12/11 EN INFORME INDUSTRIAL.COM.AR

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